La vida acuática del río Ebro en Zaragoza experimentó cambios notables, atrayendo la atención tanto de los locales como de los expertos en vida silvestre. En este contexto dinámico, especies antes poco comunes encontraron un nuevo hogar en las aguas y orillas del Río. Transformaron así el paisaje natural de la ciudad.
La evolución de la fauna del Ebro
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Una de las novedades más destacadas fue la presencia del Siluro, un pez de considerable tamaño que se observó cerca de los pilares del emblemático Puente de Piedra. Estos Siluros, que podían crecer hasta dos metros de longitud y superar los cincuenta kilos de peso, demostraron una voracidad que los llevaba a capturar incluso palomas que se aventuraban cerca del agua.
Se cree que los Siluros fueron introducidos en el Pantano de Mequinenza, a más de cien kilómetros de Zaragoza, a principios del siglo XX. Desde entonces, colonizaron y prosperaron en las aguas del Ebro, adaptándose a su entorno y representando una posible amenaza para las especies autóctonas debido a su tamaño y requerimientos alimenticios.
Además de los Siluros, otra novedad fue la aparición de carpas de tamaño considerable en el río Ebro a su paso por la ciudad. Aunque las carpas siempre han sido parte de la fauna local, la presencia de ejemplares de gran tamaño llamó la atención. Estos cambios en la población ictícola sugirieron una evolución en el ecosistema acuático de la región.
En cuanto a las aves, se observó un aumento en la presencia de patos silvestres a lo largo de las riberas del río. Lo que comenzó con algunas parejas evolucionó hacia la formación de familias de patos que se volvieron una vista común en el entorno urbano. Además, sorprendentemente, aves marítimas como Cormoranes y Gaviotas también hicieron acto de presencia en el río Ebro, lo cual era inusual para un curso de agua de interior.
Estos avistamientos sugirieron una dinámica cambiante en el hábitat fluvial de Zaragoza, donde especies antes poco comunes encontraron un nuevo hogar. La coexistencia de especies acuáticas y aves migratorias creó un escenario natural fascinante en medio de la ciudad, agregando un toque de biodiversidad inesperado a la vida cotidiana en las riberas del río Ebro.